jueves, 21 de noviembre de 2013

MAYOR VÍCTOR LONGINO BECERRA VALDEZ, SUBTENIENTE DE LOS DORADOS DE VILLA



Rebeca Becerra



Víctor Longino Becerra Valdez, nació en la ciudad de León, estado de Guanajuato, México, el 15 de marzo de 1895. Desde niño trabajó como ayudante de su padre, Jorge Abraham Becerra en la explotación de oro y plata de las minas de Guanajuato. A la edad de 15 años se convirtió en barrenador en la explotación de las minas siempre bajo la vigilancia de nuestro abuelo Jorge Abraham Becerra de origen español y de un carácter fuerte y violento. Nuestro padre era el quinto hermano de  una familia compuesta por catorce hermanas; trabajó ocho años en las minas de Guanajuato en jornadas de trabajo de catorce horas diarias y un salario que agudizaba cada día más el hambre y la miseria de toda su familia. Su madre  se llamaba Estefanía Valdez de Becerra.

En el año de 1911, Víctor Becerra fue arrollado por la vorágine sangrienta de la revolución mexicana de 1910, se unió a ella buscando el derrocamiento de la sangrienta dictadura de Porfirio Díaz y poner en práctica un amplio plan de reforma agraria que le garantizara la tierra a los campesinos pobres de su país. Se alistó en las filas de los insurgentes (bola) del General Francisco Villa a la edad de 15 años cumplidos como soldado de cuadra y ayudante del herrero del ejército de caballería, lugar donde aprendió el oficio de herrería y alcanzó el grado militar de Sargento Segundo a la edad de dieciocho años. El cuerpo de caballería al cual ingresó, estaba al mando del Mayor del ejército Villista Demetrio González, hombre que lo apreciaba mucho por su corta edad, su inteligencia y su interés por conocer a fondo la causa de la revolución.

Alcanzó su mayoría de edad entre derrotas y triunfos de múltiples batallas que peleó su fuerza de caballería en una de las cuales murió su maestro de herrería conocido con el nombre de Alcides, quien fue sepultado no en un cementerio cristiano sino a la vera de un camino de herradura. Víctor Becerra  fue nombrado herrero del ejército de caballería y de las fuerzas militares de Francisco Villa, su tarea diaria era herrar caballos, reparar fusiles y cañones, reparar ruedas de carretas y hacer toda clase de implementos para gobernar las bestias. Es decir que él creció bajo el constante y permanente retumbar de los cañones, bajo el múltiple tronar de las ametralladoras y bajo la silbante fusilería de infantería. Fue en estas condiciones donde templó su espíritu y modeló su fuerte carácter de guerrero que nunca pudo abandonar por el resto de su vida.

Como hombre hábil que era, en las filas de la revolución aprendió a forjar herraduras, a forjar frenos y espuelas para altos oficiales del ejército, reparaba las carretas que halaban los cañones, reparaba los cañones, forjaba piezas de fusiles de infantería y dirigía la cuadra de bestias de tiro, nunca olvidó las enseñanzas de su maestro. Se especializó en la reparación de toda clase de armas porque en las filas de sus tropas él era el responsable del buen funcionamiento de la artillería y de todas las armas de infantería.

Fue parte importante del “tren de guerra” de las tropas que comandaba el General Felipe Ángeles, uno de los hombres más estimados por el General Villa, porque era uno de los soldados más bravos, más valientes y temerarios de las filas del ejército que Villa encabezaba. El General Felipe Ángeles desgraciadamente se apartó del ejército Villista por desavenencias personales y fue fusilado en Chiguagua en el año de 1920 después de su regreso de los Estados Unidos, lugar donde fue a gestionar ayuda militar para continuar la lucha revolucionaria que ya comenzaba a debilitarse en todo México y los campesinos aún no habían recibido las promesas de los políticos. Estas ambiciones personales que lo llevaron a la muerte fueron aprobadas por un nuevo diseño político de paz que se fraguaba en la alta burguesía mexicana la cual había decidido eliminar a todo rebelde que quería continuar peleando por el progreso y el desarrollo de sus comunidades.

Víctor Becerra, el viejo como cariñosamente le decían sus hijos, abandonó el cuerpo de caballería al cual pertenecía y pasó a formar parte de la oficialidad íntima del General Villa reconocida con el nombre de “Los Dorados de Villa”, en esta posición alcanzó el grado de Subteniente a la edad de veinte años. Era el oficial más joven del comando, responsable de la vida del “Centauro del Norte”. 

En la lucha revolucionaria del pueblo mexicano se involucraron todos los sectores sociales, políticos y religiosos del país, intervinieron todas las fuerzas económicas y religiosas de la época, como dicen: no quedó santo parado para confesarse a la hora de la muerte. En esta convulsiva época social, México era un país tradicionalista pero los nuevos tiempos requerían de nuevas sociedades organizadas alrededor de un proyecto de progreso democrático globalizado para poder sobrevivir en tranquilidad en el contexto del mundo nuevo que irrumpía la historia del pasado esclavista. Los modelos económicos de explotación se habían agotado; el modelo político ideológico estaba desfasado; la dignidad del pueblo reprimido estaba harto de tanta injusticia; la especulación de los productos de consumo se habían convertido en oro y plata pura para los pobres; la vida socioeconómica de las grandes masas del pueblo estaban sumidas en la indigencia generalizada. No había alternativa, no había agujero por donde respirar, no había ni dirigentes a quien creer más; motivos más que suficientes para que el pueblo indígena y campesino de México se indignara al punto de tomar las armas para hacerse su propia justicia y enderezar el derecho de vivir en paz, justicia y libertad. El pueblo pobre pedía a gritos las transformaciones justas y honestas dentro del sistema que los dominaba, pero el proceso de desarrollo y modernización del Estado y la economía que les ofrecía la burguesía dominante jugaba con las leyes en el aparato judicial que gobernaba y por eso los indios y lo campesinos nunca lograron sus tierras, su vida y su estabilidad social. Por eso no fue nada extraño que de la noche a la mañana brotaran en la nación Mexicana miles de líderes levantados en armas contra la imperante situación que los agobiaba; contra los gobiernos enemigos del progreso ayunos de sensibilidad social. No fue extraño entonces que la revolución popular prendiera como reguero de pólvora por todo lo ancho y largo del territorio.

Para el año de 1920 parte de las tropas del General Villa habían desalojado de Tuxtla, Gutiérrez en el estado de Chiapas una columna de mil quinientos hombres armados que habían tomado la ciudad y estaban haciendo fechorías fuera de las leyes de la guerra en toda la ciudad; cuando se dieron cuenta que las tropas de Villa se acercaban el General del ejército corrupto Álvaro Obregón se retiró al centro del país para proteger sus tropas diezmadas por los ejércitos del General Villa; de todas estas tropas ochocientos hombres enemigos de Villa se habían tomado parte de la ciudad de Tuxtla, Gutiérrez donde se habían hecho fuertes en su defensa y donde estaban saqueando y violando las mujeres de toda la región; habían sembrado el terror y habían sembrado que la moral del revolucionario no era justa. Una pequeña columna de ciento cincuenta hombres se apartó del resto de este grupo y tomó por la fuerza el pueblo de Comitán, Flores aterrorizando a toda la población con sus bandalescas acciones que cometían en contra de los humildes moradores de la misma.

Por órdenes superiores, el Subteniente Becerra fue comisionado para que hiciera contacto con los bandidos de Comitán, los sometiera por la fuerza y los conminara a un rendimiento, previo desarme con la promesa de dejarlos en libertad después del rendimiento. Pero resultó que cuando el Subteniente Becerra y sus sesenta hombres tomaron el pueblo de Comitán los insubordinados se habían retirado ordenadamente a la hacienda ganadera de “Casas Grandes” aledaño a San Cristóbal de Las Casas justamente donde tiene lugar el levantamiento armado del ejército Zapatista de Liberación Nacional al mando del Comandante guerrillero Marcos, revolución armada que comenzó a operar en enero de 1994.

El Subteniente Víctor Longino Becerra y sus sesenta hombres bien armados se dirigieron a la hacienda de “Casas Grandes” en franca persecución contra los hombres que iban aterrorizando a todas las comunidades que encontraban a su paso por el estado de Chiapas. El Subteniente Becerra tomó rumbo a la hacienda donde se suponía se encontraba el enemigo que tenía que disuadir; para lograr su objetivo, tomó una vieja carretera cercada por ambos lados con cercas de piedra acomodada por ser la única ruta que había para llegar a donde se encontraban el resto de los hombres armados del General Obregón. Ruta que militarmente no debía de tomar porque era un lugar propicio para tenderle una emboscada a cualquier ejército. El Subteniente Becerra no había terminado de desandar la peligrosa vía que con las reflexiones militares necesarias sabía del peligro que lo acechaba, cuando de pronto de ambos lados del callejón comenzaron a dispararle y a hacer blanco sobre la mayor parte de sus hombres. Al final de la triste y devastadora emboscada perdió más de treinta y cinco hombres entre muertos y heridos. Los hombres que lograron salir ilesos de aquella temible trampa tomaron rumbos diferentes en completa desbandada para escapar y proteger su vida y que no les permitió reagruparse fuera del lugar donde fueron abatidos.

En el mes de mayo de 1920 el Subteniente Becerra alcanzó la frontera de Guatemala, después de andar perdido por los bosques de aquella inhóspita región del Estado de Chiapas. Llegó a la frontera acompañado de ocho fieles compañeros de armas, todos estaban armados, hambrientos, descalzos y sus ropas estaban desgarradas. En aquellas lamentables condiciones todos decidieron entregarse a las autoridades de Guatemala y abandonar la lucha después de tantos años de pelear en el ejército del General Villa. Por una decisión unánime decidieron entregar sus armas al ejército de Guatemala y rendirse sin oponer resistencia. Por órdenes del Presidente General Cabrera los dejaron en libertad a todos con la opción de regresar a México o quedarse en Centro América si así lo deseaba el grupo.

No cabe la menor duda que los años de lucha en las filas del ejército villista modelaron sensiblemente su vida y su comportamiento en las relaciones sociales y la responsabilidad paternal. Becerra era un hombre que a temprana edad había madurado conscientemente por eso su presencia en cualquier grupo social se hacía notar de inmediato y superaba cualquier dificultad que se presentara con gran facilidad. Era un hombre con gran habilidad para hablar en público, sobre todo cuando se trataba de temas políticos; era un hombre hábil para todos los oficios, lo mismo manejaba una tenaza para moldear una pieza en la fragua que manejar un serrucho de carpintería para hacer un mueble cualquiera. El Subteniente Becerra era un hombre de una vasta cultura general que le permitía tener una clara respuesta que se hiciera bien de historia, filosofía o sociología; era un autodidacta que se preparó con el hábito de la lectura permanente en el taller, en la casa o sobre el lomo de una mula o en el asiento de un vehículo; leía toda clase de libros y revistas pero sobre todo leía la Biblia con gran dedicación; oía todos los noticieros de la época y le gustaba tener amigos con quien discutir los problemas sociales y sacar de la discusión una lección que le sirviera para ilustración de su acervo cultural adquirido a base de dedicación y experiencia.

Era un hombre incansable para escribir, siempre se levantaba a altas horas de la madrugada a hacer anotaciones en los escritos de los libros que estaba escribiendo: “El pensamiento tiene alas” reflexiones sobre la Biblia, “Lo inadmisible de la Segunda Guerra Mundial”, “Memorias de la Revolución Mexicana” y “Las guerras intestinas de Centro América”. Todos estos libros inéditos y cientos de manuscritos más fueron destruidos por la furia que sostenía el Gobierno de Oswaldo López Arellano por considerar todos los volúmenes escritos de Víctor Becerra como un material subversivo de corte comunista.

En 1966 el ejército asaltó abiertamente su hogar y confiscó todos sus escritos y correspondencia personal, partes de guerra y lo más grosero y criminal de este hecho fue haberse robado tres mil volúmenes de cultura general pertenecientes a su hijo Longino Vidal Becerra Alvarado. Víctor Longino Becerra luchó para tratar de recuperar sus escritos y la biblioteca de su hijo Longino tres años consecutivos y a cambio de su esfuerzo un mal día las tropas de Oswaldo López Arellano volvieron a invadir su casa con el objeto de disuadirlo a golpes, como no pudieron someterlo lo amarraron en una silla y lo colocaron en el centro de la sala de la casa por veinticuatro largas horas al término de las cuales fue puesto en libertad.




Oswaldo López Arellano era el Jefe de las Fuerzas Armadas de nuestro país cuando cometió el salvaje crimen canallesco de asaltar el hogar de Víctor Becerra y su esposa Sofía Alvarado y destruir como un cavernario gran parte de la historia de la familia; historia de las luchas de Centro América, historia de la lucha de la caída de Cabrera en Guatemala y parte de la historia de la revolución mexicana. A este mismo “cerdo” un buen día se le metió en la cabeza que debía ser presidente de Honduras y para lograrlo asaltó el poder de la nación mediante un sangriento golpe de Estado que dejó cientos de muertos y dio al traste con el gobierno del Dr. Ramón Villeda Morales.

Víctor Becerra continuó luchando en territorio guatemalteco incorporándose a la planeación del asalto final contra la dictadura de Manuel Estrada Cabrera. El 3 de mayo de 1920 el joven Subteniente de las filas del General Villa se encontraba dirigiendo una columna de hombres indígenas bien armados contra el cuartel general donde se hallaba el mandatario acompañado de su familia y el poeta José Santos Chocano. Víctor Becerra y su gente avanzaba bajo una lluvia de balas por la calzada que daba al fuerte La Palma, todas las fuerzas insurgentes que buscaban la cabeza del dictador marchaban lentamente al flanco de las tropas que dirigía el Subteniente Longino Becerra, a su lado confundido con los indígenas marchaba, fusil en mano, el valiente profesional Juan José Arévalo. Después de 4 días de fuertes combates y una tenaz resistencia de parte de los federales que defendían al General Manuel Estrada Cabrera, el Subteniente Becerra y su gente logró alcanzar los muros del fuerte, trinchera donde se hallaba el dictador con la plana mayor de su ejército y su abultado gabinete político que lo sostenía en el poder. El Subteniente Becerra y su gente no pudieron encontrar paso ni por los enormes portones ni por encima de los muros para penetrar al interior de la fortaleza, fue frente a esta desesperada dificultad estratégica que ordenó a su compañero de guerra Senovio Moreno que dinamitara los portones del frente La Palma, portones que cedieron por las fuertes descargas de dinamita y dieron paso al interior del mismo a los combatientes indígenas.

Cabrera fue capturado por Víctor Longino Becerra, junto al dictador fue capturado el poeta mexicano José Santos Chocano y numerosos profesionales del nutrido gabinete del gobierno del dictador. La presencia de mi padre en la rendición del fuerte “La Palma” fue definitiva porque contuvo con su fuerte voz de mando parte de las sangrientas venganzas que los combatientes indígenas embravecidos por tantos días de lucha y tantos muertos caídos en combate, no respetaban la vida de los enemigos rendidos. El Movimiento Unionista que derrocó al dictador Manuel Estrada Cabrera llevó a la presidencia de la República al Diputado del Congreso Nacional de Guatemala Carlos Herrera, máximo dirigente de la revolución que terminó con la sangrienta dictadura del General Cabrera en la República de Guatemala.

Becerra fue llamado para ser felicitado por su importante participación en el derrocamiento del dictador y para ofrecerle como premio a su importante labor, la Comandancia de Armas del Departamento de Escuintla, en vista de su capacidad militar; puesto que no aceptó porque se sentía afectado moral y espiritualmente por tanta matanza de hombres, mujeres, religiosos y niños inocentes que había visto durante más de 6 años de guerra, situación que lo obligó a plantear al nuevo ejército de Guatemala su baja militar, que en un primer momento fue rechazada, pero que al final fue aceptada previo ascenso de grado de Mayor del Ejército Guatemalteco. Becerra recibió su baja del Ejército Nacional  de Guatemala y el despacho que acreditaba su nuevo grado militar de Mayor, y de recibir asimismo un acuerdo del nuevo Presidente Carlos Herrera donde hacía constar su valiente participación en el derrocamiento del dictador Estrada Cabrera, y se pedía a las autoridades civiles y militares que ayudaran de la mejor manera posible al ciudadano mexicano Víctor Longino Becerra, por su meritoria participación en la guerra civil que acabó con el dictador y por haber colaborado a sentar la bases de la nueva democracia popular que estaba formalizando el gobierno y pueblo de Guatemala.

En Honduras por coincidencias del destino Gregorio Ferrera y sus hombres se instalaron en la hacienda de Víctor Becerra en el departamento de Copán, estando Becerra fuera de su propiedad, sin embargo al presentarse y disculparse Ferrera por haber tomado su hacienda y pertenencias, Becerra reaccionó con la mayor amabilidad posible y de ahí surgió una gran amistad entre los dos que los llevó a combatir contra el General Vicente Tosta. Posteriormente fue llamado por el General Justo Umaña quien envió a la hacienda de Becerra al General Gonzalo Deras, el General Juan Blas Domínguez, a Baltazar Contreras de San Jerónimo y a Víctor Cojolum un guatemalteco, para conocer sus planes de guerra y nuevamente se vio involucrado en las luchas civiles participando en la Batalla de Las Vueltas del Rodeo en 1932. Posteriormente se vio obligado a abandonar la hacienda Pájaros de Piedras Negras que el padre de su esposa Santos Alvarado había dado en herencia a su hija Sofía Alvarado Tábora, pues Santos Alvarado amigo personal de Tiburcio Carías Andino dio orden de asesinarlo donde fuera encontrado, Becerra Valdez se trasladó junto a su familia a la costa norte de Honduras[1].




[1] Tomado de las memorias de nuestro padre Roberto Isauro Becerra Alvarado.

sábado, 2 de noviembre de 2013

¿Qué celebran las comunidades Lencas del municipio de Yamaranguila el 1 y 2 de noviembre?




Rebeca Becerra
2 de noviembre de 2013




Todas las culturas tienen dentro de su cosmovisión una mirada particular sobre la muerte. Las culturas del área mesoamericana (Olmecas, Toltecas, Mayas, Zapotecas, Aztecas, Lencas, Maya-Chortí, etc.) compartían una visón con características muy similares: La muerte y la vida, las cuales no podían existir la una sin la otra, pero además esta visión era dialéctica porque llevaba implícito la transformación o el cambio. La concepción de la muerte era vista como algo cotidiano, algo que formaba parte de sus vidas diarias, que estaba presente en su escritura, su arte, sus ritos, sus tradiciones y literatura oral, y era algo a lo que no se debía de temer pues solamente significaba una transformación que era bien recibida. La idea que las personas buenas se van para el cielo y las malas para el infierno no era concebida en estas sociedades hasta durante y después de la conquista española. Tampoco era concebido el temor a morir, el temor a la misma muerte o los muertos, o el completo olvido de ellos en los lugares de descanso como ocurre actualmente (cementerios) en nuestras sociedades debido a las diversas religiones que co-existen. Las culturas mesoamericanas realizaban a través de rituales una celebración que consistía en compartir con sus ancestros, quienes regresaban a sus casas a convivir y disfrutar de las fragancias de lo producido durante el año. Los ancestros eran y son los portadores del conocimiento de su cultura.

Durante la colonización, los españoles al no comprender esta nueva visión de la muerte, e implantar una religión completamente opuesta que calificaba la cosmovisión de las culturas mesoamericanas como paganas, llevó a cabo un proceso de imposición del catolicismo —además por supuesto con otros objetivos—  ante la cual los nativos para no olvidar completamente sus creencias idearon formas de camuflaje y al combinarse elementos de la religión católica con elementos de las creencias prehispánicas se creó un sincretismo cultural que es el legado de aquellas personas que lucharon durante años para que, elementos prehispánicos culturales no desaparecieran y que pervivieran hoy en las tradiciones de algunas comunidades indígenas en Honduras de descendencia mesoamericana como el pueblo étnico Lenca.

Lo que hicieron los españoles que trajeron consigo nuevas creencias religiosas católicas y europeas fue hacer coincidir —por no decir imponer— dichas celebraciones católicas con las mesoamericanas: El Día de los Fieles Difuntos, instaurada por el benedictino San Odilón, Abad de Cluny hacia el año 1049, tiene como principal objetivo orar por aquellas almas que han acabado su vida terrenal, pero principalmente por aquellas que se encuentran en el purgatorio, aquellas almas que al tiempo de morir no se atrevieron a confesar sus pecados y por lo tanto no han sido premiadas para alcanzar el cielo. Es celebrado por la iglesia católica el 2 de noviembre. El día 1 de noviembre instituido por la iglesia católica, es una conmemoración hacia todos los santos, se trata de compensar con rezos y misas a los santos que durante el año han sido olvidados por las y los fieles católicos y tiene que compensarse con rezos, prácticamente no es fiesta religiosa sino una imposición.

Lo que muchas personas no saben es que estas celebraciones instauradas por la iglesia católica no son propiamente surgidas en ésta ni pensadas dentro de su seno por sus grandes teólogos, fueron fiestas paganas pre-cristianas europeas, tradiciones que tenían que ver con las celebraciones del inicio del año nuevo o el inicio del equinoccio de otoño, de los ciclos agrícolas, etc., (fiestas paganas según la iglesia católica). Tradiciones que han incorporado como parte de su estrategia para despojar a los pueblos y culturas de sus tradiciones y costumbres e instaurarlas como católicas; situación que igualmente pasó en América.

El día de los muertos es una celebración de origen mesoamericana que tiene sus rasgos más fuertes en las culturas indígenas de México, tanto así que esta celebración ha sido declarada por la UNESCO como Obra Maestra del Patrimonio Oral e Intangible de la Humanidad. Dice el documento de UNESCO que es: "...una de las representaciones
más relevantes del patrimonio vivo de México y del mundo, y como una de las expresiones culturales más antiguas y de mayor fuerza entre los grupos indígenas del país." Además en el documento de declaratoria se destaca: "Ese encuentro anual entre las personas que la celebran y sus antepasados, desempeña una función social que recuerda el lugar del individuo en el seno del grupo y contribuye a la afirmación de la identidad..." además de: "...aunque la tradición no está formalmente amenazada, su dimensión estética y cultural debe preservarse del creciente número de expresiones no indígenas y de carácter comercial que tienden afectar su contenido inmaterial."[1] En pocas palabras hay que protegerlas de la depredación cultural del capitalismo.

Los lencas del municipio de Yamaranguila tienen una concepción religiosa sincrética a la que ellos denominan “religión antigua” y que se lleva a cabo bajo la institución de la Auxiliaría de la Vara Alta de Moisés o Divinas Majestades, que rige la vida religiosa y cultural de la comunidad (composturas, ritos curativos y guancascos entre otras prácticas). Las Varas Altas son el mayor símbolo de respeto, más que las imágenes de vírgenes y santos católicos. Esta institución data del período colonial, cuando los indígenas fueron sometidos y se crearon los llamados pueblos de indios, estos pueblos eran controlados por los mismos líderes indígenas a los cuales se les entregó un bastón de mando como reconocimiento de poder ante los miembros de cada pueblo de indios, con el fin de mantener la unidad dentro de la comunidad para controlar mejor a las y los indígenas en un determinado territorio y poder llevar a cabo, los españoles, su proceso de colonización y explotación.

Sin embargo esta forma “administrativa de dominación indígena” por parte de los españoles permitió que adentro se llevara a cabo un proceso de resistencia cultural al mando de sus propias autoridades, consolidando de esta manera una identidad étnica y articulando elementos impuestos de la religión católica con elementos propios de su cultura. Aquellos lugares donde no se pudo organizar pueblos de indios, la cultura fue absorbida por la imposición de la lengua y tradiciones españolas/europeas, pues la fuerza y la resistencia se encontraba en la unidad étnica.

¿Qué celebran las comunidades del municipio de Yamaranguila el 1 y 2 de noviembre?


          
  La iglesia católica les prohibió a los Lencas la celebración de sus rituales, a los que ellos denominan composturas, argumentando que durante estas celebraciones se consumía demasiada chicha, por lo que muchos rituales de ser públicos pasaron a convertirse en rituales domésticos, es decir que aquellos que se realizaban bien al aire libre o dentro de la Alcaldía de la Vara Alta de Moisés con asistencia de las y los miembros de la comunidad, pasaron a ser llevados a cabo prácticamente a escondidas en sus casas, confinándolos al ámbito familiar.

            Las composturas lencas son un agradecimiento ya sea a la tierra, a los ancestros, a Dios y los santos, etc. Las más conocidas son las composturas que giran en torno a la tierra y el ciclo agrícola, existen otras como la compostura del barro. Las composturas que giran en torno al ciclo agrícola y que actualmente se llevan son: la compostura del tamo o de los desperdicios el 25 de abril; la compostura de la tierra el 3 de mayo (nuevamente coincidiendo con el Día de la Cruz, celebración católica) y finalmente el 1 de noviembre se realiza la compostura de la Entrada del maíz común. Estas 3 composturas que han sobrevivido formaban parte de una serie de 6 a 9 que se realizaban durante todo el año. Muchos elementos foráneos han impedido el desaparecimiento de estas celebraciones, principalmente la falta de apoyo de la iglesia católica, la falta de recursos económicos para llevarlas a cabo, pues éstas implican la compra de varios elementos como el copal traído de Guatemala, el cacao para hacer el chilate, las ofrendas de comida hechas de maíz, candelas, varas de cohetes, las aves para hacer los sacrificios, etc., la falta de políticas culturales por parte del Estado, etc.



El 31 de octubre, mientras muchos hondureños y hondureñas celebraron el día de brujas o halloween, los lencas de Yamaranguila seguramente realizaron la tapisca del maíz, y en la Auxiliaría de la Vara Alta de Moisés prepararon  el altar de las Divinas Majestades, adornándolo con flores y ramas, candelas, zomos, mazorcas de maíz, agua y copal; y seguramente ayer 1 de noviembre llevaron a cabo el ritual de la Entrada del maíz común. Es maravillo ver como el 1 de noviembre bien temprano bajan de las montañas a la iglesia de Yaranguila lencas, llevando mazorcas de maíz y flores a bendecirlas; envueltas en trapos, en morrales y otros en sacos. Posteriormente las van a depositarlas al altar de la Auxiliaría de la Vara Alta de Moisés.

            La celebración de la Auxiliaría consiste en recibir el maíz que ha sido producido en común y realizar la compostura que dura toda la noche.
 
            La Entrada del maíz común es una festividad a la vida, a los alimentos que ha producido la tierra, a la tierra misma; es una celebración de renovación porque se preparan para un nuevo año y una nueva siembra y cosecha.

Se realiza durante el día que es cuando se recibe el maíz común, marcado por tres pasos: la salida, el encuentro, y finalmente la llegada. Primero presentan el maíz común en la iglesia, esto lo realizan en la parte frontal y lo bendicen con copal, hacen rezos y lanzan cohetes, no entran a la iglesia pues lo tienen prohibido; los pasos los realizan los integrantes de la Auxiliaría de la Vara Alta. Todo esto va acompañado con música de tambor y portando las Varas Altas que es una de las ocasiones en que salen de la Auxiliaría. Luego llevan el maíz al altar de las Varas Altas donde antes de entrar nuevamente lo bendicen con copal y rezos. Una vez adentro la mayor parte es desgranado para hacer la comida para el ritual; otra parte se deja para alimentar durante el año a los integrantes de la Auxiliaría.

            El ritual va acompañado de rezos, bendiciones con copal, toma de chicha y chilate, y sacrificio de aves. La sangre de las aves se riega en el maíz desgranado y la demás en un plato para luego echárselo a la comida. Una vez finalizado el ritual se reparte la comida entre las y los asistentes.

 El día 2 de noviembre los lencas de las comunidades del municipio de Yamaranguila asisten muy temprano al cementerio donde van a compartir con sus ancestros fallecidos, hacen altares con flores candelas, y comida cerca de las tumbas, generalmente pasan todo el día con sus difuntos. Algunos llevan las cruces de San José Grande y San José Chiquito para bendecirlas y solicitar permiso a sus ancestros/as para realizar el ritual durante la noche.




La Auxiliaría aún mantiene la tradición de elaborar de manera simbólica el ataúd donde se cree que se encuentran las almas de todos los difuntos, por lo cual, para estas fechas, en el interior de la Auxiliaría existen dos altares, el de las Varas Altas de Moisés, que es permanente, y el de las Santas Ánimas, que solamente permanece durante esta celebración. Actualmente, este rito se ha convertido en una celebración de carácter familiar (Becerra y Rápalo, Revista Yaxkin Vol. XVI, N0. 1y 2, diciembre de 1997).


Para la ceremonia de las Santas Ánimas o Espíritus de los Muertos se elabora un Altar Mayor en el interior de la casa con ofrendas de comida y bebida hechas de maíz, base de su  alimentación y de la cosmovisión de las culturas mesoamericanas; candelas, copal, cruces, flores, hojas de pacaya, pino y aves para el sacrificio y posterior consumo. Entre los alimentos-ofrendas se encuentran el chilate, la chicha, las tortillas, los tamales y las mazorcas.
 
Este ritual lenca solamente puede ser realizado por la persona de mayor edad dentro del grupo familiar, porque lleva implícito el ejecutarlo de manera perfecta, cuidando desarrollar todos los pasos y los rezos correctamente, ya que un rezo mal realizado lleva consigo el enojo de las Santas Ánimas, que en este caso es a quien va dirigido, y quienes, insatisfechas, pueden enviar malas cosechas, enfermedades y plagas. De aquí la importancia del rezador, que es un mediador entre el mundo profano y el mundo sagrado, entre lo divino y lo terrestre, entre lo alto y lo bajo, es el que establece la relación entre estos mundos a través de la acción del ritual pero particularmente a través del lenguaje, (rezos).

En el ritual de la Veneración de las Santas Ánimas se coloca dos cruces dedicadas a San José, denominadas “la de San José Grande y la de San José Chiquito”, están adornadas con listones de colores que simbolizan el arco iris, que observó Noé después del diluvio. Estas imágenes representan lo divino en el altar frente a otros elementos que están relacionados con lo terrestre como las flores, hojas de pacaya, el copal, las velas y las ofrendas, etc.

 Las Ánimas se encuentran en la misma categoría que la Santísima Trinidad, por ser las únicas en tener la facultad de bendecir las cosechas, los animales, las casas, los familiares y a otras personas, pero también la capacidad de aceptar o no el ritual; dependiendo de cómo se haya realizado, así estarán satisfechas o no. En este sentido se espera cada año la presencia de las Ánimas especialmente para compartir a nivel familiar los alimentos obtenidos durante el ciclo agrícola representada en las ofrendas; además para procurar su bendición por medio de las oraciones o doctrina como ellos le llaman, que comprenden Padres Nuestros, Aves Marías, Salves, Rosarios, Credos y Acto de Contrición.

            El primer paso es realizar un rezo introductorio que consiste en dar la bienvenida a las Santas Ánimas e informarles en qué consistirá el rito. El segundo paso radica en el ofrecimiento del copal y el alumbramiento del altar. El copal se utiliza a todo lo largo de la ceremonia y sirve para purificar el altar, las ofrendas y las personas.  En este paso se rezan: Padre Nuestro, Ave María, el Credo, Acto de Contrición y Salve:

            El tercer paso es el ofrecimiento del vino, simbolizando de forma equivalente a la eucaristía católica, el oficiante lo ofrece como vino pero lo que se reparte en realidad es chicha[2]. El cuarto paso es el ofrecimiento del “fresquito” (chicha o café), que es compartido entre todos los familiares.

El sacrificio de las aves es en ofrenda a las Ánimas, para obtener a cambio buena salud, buena vida y buenas cosechas para la comunidad. Se sacrifica generalmente un jolote y un gallo, el sacrificio es realizado por los familiares y no por el rezador (él solamente es colaborador), la sangre se vierte en un plato con sal, el cual no se coloca en el altar porque según las creencias es prohibido por la fe de Dios. La sangre se utiliza para cocinar posteriormente las aves que se servirán en la mesa.

 Durante el paso sexto se vuelve a ofrecer chicha o café ahora por el sacrificio de las aves y el último paso, el séptimo, culmina con la toma del chilate, esta toma de chilate es muy esperada, ya que hacer chilate implica el comprar los granos de cacao costosos para los Lencas.


El ritual dura toda la noche. En la madrugada ofrecen café y por último hacen el levantamiento del altar. En el momento de hacer el levantamiento se utiliza el copal y la candela, se requiere de una segunda persona para hacer este paso que comienza con el levantamiento de las ofrendas, luego se levantan las cruces con especial cuidado para llevarlas al cementerio, después que se levanta el resto del altar, se hace un “encaminamiento”, es decir se va a encaminar todo lo que ha quedado después de realizar el rito, los desperdicios (hojas de tamal, de pino, flores secas, etc.); se depositan en el mismo patio de la casa; generalmente se entierran al lado de un árbol para que los niños no jueguen con ellas, ya que se considera un pecado, también se puede colocar al lado de una mata de plátano. Esta acción es un paso sumamente simbólico pues al término del ritual todos aquellos elementos y ofrendas que componían el altar pierden su carácter divino y simbólico y pasan a convertirse nuevamente en objetos de la vida diaria, el enterrarlos enfatiza su origen. Igualmente el rezador vuelve a su vida cotidiana.

Estas tradiciones del pueblo étnico Lenca forman parte de nuestro patrimonio cultural inmaterial y requiere del apoyo del Estado, pues su ejecución tiene implicaciones económicas, gastos que estas comunidades no pueden solventar debido a la pobreza en que actualmente viven. Cumplen funciones de cohesión, espiritual y de resistencia dentro de las comunidades. En este tipo de tradiciones todos participan de manera diferente: niños, jóvenes, mujeres y hombres tienen un rol determinado en la realización de estas prácticas ceremoniales.






[1] http://es.wikipedia.org/wiki/D%C3%ADa_de_Muertos
[2] Bebida de maíz fermentado
NOTA: Imágenes Oscar Rápalo y Rebeca Becerra

jueves, 26 de septiembre de 2013

Las paradojas de la política pública cultural en Honduras: Un comentario de un ensayo del Dr. Rodolfo Pastor Fasquelle


Imagen de Rebeca Becerra
Las paradojas de la política pública cultural en Honduras: Un comentario de un ensayo del Dr. Rodolfo Pastor Fasquelle




Rebeca Becerra


En un ensayo denominado Ciclos, paradigmas y modelos de política cultural 1876 a 2011: A quienes creyeron y se empeñaron…“en un constante esfuerzo por su cultura” Froylán Turcios, Oración, el Dr. Rodolfo Pastor Fasquelle, realiza un recorrido por la historia de la “política cultural pública”, su institucionalidad, a partir de lo cual se crea el imaginario cultural e identitario que aún pervive en Honduras, ejemplificando en propuestas y obras lo que se realizó en cada período histórico y gobernativo (un ensayo extenso); trabajo que debe tomarse en cuenta como parte de un marco referencial para entender cualquier propuesta de política cultural pública que se proponga en Honduras.

Es un trabajo crítico que demuestra errores y aciertos, esfuerzos y obstáculos, mediocridad y medianía. Encerré entre comillas “política cultural pública” porque si no hubo presencia del Estado en el rol de la cultura en algún momento de la historia, también es una política pública; sobreentendiendo que esta ausencia acarrea una problemática y factores conflictivos más profundos que afectan directamente a la cultura, la identidad nacional y las y los creadores.

Me satisfizo personalmente el cuestionamiento autocrítico del Dr. Fasquelle sobre varios aspectos que a la luz de la reflexión lo han llevado a rectificar errores históricos. Sin embargo me quedé con la duda de sí lo planteado en su artículo hasta cierta etapa histórica, ¿fueron realmente políticas públicas, es decir, estrategias programáticas acorde a un proyecto ideológico y a un plan de nación o solamente fueron en un principio actividades a corto o mediano plazo; o actividades que obedecieron a situaciones coyunturales?, por supuesto ideologizantes; pues es hasta partir de finales de la década del 70 principios de los 80 cuando se comienza a tratar y a debatir sobre el tema de las políticas públicas culturales, durante el período de transición de las democracias, cuyo principal tema es el rol del Estado en la intervención de lo cultural.

El problema de la historia de la política pública en Honduras, no es sí la cultura, porque esta está, es y estará independientemente del Estado, sino, las paradojas que Fasquelle platea sobre cómo va surgiendo esa “política pública” y esa “identidad nacional” que, desde un principio fue excluyente atendiendo a partidos y propósitos políticos, elites y culto a la personalidad. Esas paradojas obedecen a un ambiente intelectual pobre, pese a los esfuerzos, como dice Fasquelle, modestos, de hombres de la Reforma Liberal; aunque para mí no es modestia, solo si se entiende como pobreza de recursos intelectuales y falta de visión por supuesto, enmarcado en un período de nuestra historia. Coincido con Rafael Heliodoro Valle cuando menciona que en Honduras no ha predominado una cultura ilustrada (no de Ilustración) debido a los bajos niveles educativos. En este sentido la articulación institucional entre educación y cultura es inminente, penosamente los pocos esfuerzos han sido en vano o no los correctos, si es que en algún momento se han tratado de articular o medio articular, pues esto requiere de cambios en el mismo sistema educativo nacional, y en la manera de cómo entender lo cultural y su importancia dentro del entramado social.

No podemos pensar la cultura de manera autónoma o en un espacio particular aislado, claro si con sus particularidades, como tampoco podemos hacerlo con la educación, la salud o la economía, etc., esto es lo que ha hecho la oligarquía de este país, atendiendo a un sistema capitalista, mantener un discurso di-sociativo de todas las partes de la superestructura con el fin de lograr sus objetivos políticos y explotadores. Poner la mirada solamente en lo cultural, o en lo económico, o en lo educativo, o lo político nos vuelve incapaces de comprender que se requiere interrelación con todas subestructuras que conforman lo social.

Es por eso que el Estado Socialista Democrático debe orientarse al apoyo decidido para el desarrollo de todas las manifestaciones culturales, artísticas posibles para que la sociedad sea forjada dentro de un proceso educativo y cultural que permita la construcción de una consciencia hondureña y la elaboración de la identidad socialista democrática. Una cosmovisión social para la construcción de ciudadanos y ciudadanas libres y solidarias mediante un proceso educativo-cultural-popular con todas las posibilidades de diversidad e inclusión.

Resumiendo la primera paradoja en palabas de Fasquelle, nos dice que “la política cultural reformista (Reforma Liberal) se enfrentó valiente y sutilmente a la Iglesia y logró al final prevalecer y establecer un comienzo de servicio público. (Pastor, Fasquelle, s.f.).

La segunda paradoja se centra en la construcción del sentimiento de nacionalidad bajo la necesidad de la creación de un civismo “fundamentado en un conjunto de mitos, símbolos, de fechas que pueden convertirse en efemérides, de unos textos y concepciones históricas que disponemos hacer clásicas, de unas figuras, padres ejemplares, a los que escogemos hacer héroes(Pastor, Fasquelle, s.f.). que lleva a la creación de los cultos que hoy conocemos como cultos cívicos celebrados en fechas precisas y de forma prácticamente obligatoria. Para Fasquelle estos impulsos de búsqueda durante la Reforma Liberal en el campo de la institucionalidad de la cultura generan una política cultural con estrategias definidas que, incidirá en otros ámbitos como la concepción de una nación moderna y laica.

La herencia de los reformistas continúa heredándose a finales del siglo XIX y principios del XX, la construcción del nacionalismo se fortalece pero al mismo tiempo se personifica más, y aquellos impulsores reformistas pasan a ser figuras del mismo nacionalismo. Los aportes a la institucionalidad y al reforzamiento de este nacionalismo impulsado por el Estado contrastó irónicamente como lo explica Fasquelle en su tercera paradoja “Carías, sus ministros, sus diputados y sus alcaldes profesaban el nacionalismo en la escuela, comisionaban retratos, pinturas y bustos de los héroes nacionales exaltaban los símbolos al mismo tiempo que concesionaban tierras y aguas a los extranjeros. ¿Despojan a la nación de su patrimonio al tiempo que exaltan la defensa de la nacionalidad?”. (Pastor, Fasquelle, s.f.).

En la década del 70 se hace el primer esfuerzo oficial por la cultura: la creación de un Ministerio de Cultura y Propaganda, importando modelos ajenos a nuestra realidad nacional, pero por supuesto acorde a las políticas de gobierno de ese entonces de tendencia militarista-ultraderecha. Irónicamente nuestro ancestro de Secretaría de Cultura, Artes y Deportes no es más que la creación militarista de cultura que sirviera para la difusión de las ideas del gobierno del General Oswaldo López Arellano, un modelo nazi de difusión para la movilización de la población. “Muy claramente la idea primigenia era la de legitimar al régimen y mediatizar la oposición o cooptar a los artistas e intelectuales que suelen ser ciudadanos incómodos, críticos inclementes. Estos a su vez, se burlaban del intento apodando a la novel institución el Miniculito”. (Pastor, Fasquelle, s.f.). Las propuestas desmeritaron lo folklórico, vía que se buscó como estrategia, ¡que más se podía esperar!.

“Con todo aunque suponía una mala conciencia, el establecimiento del ministerio también conllevaba una responsabilidad. De ese entonces data una contradicción profunda entre lo que declara ser y lo que el ministerio de cultura es en la práctica. Los gobiernos sucedáneos de la dictadura militar suscribieron y ratificaron sin cumplir con los convenios, aceptando la jurisdicción en la materia de ICOMOS (1966), de UNESCO (1963,1972, 1979), de OEA (1976). Firmar era la idea.” (Pastor, Fasquelle, s.f.). Y continúan las paradojas.

Los Derechos económicos, sociales y culturales se incluyen en la Declaración Universal de los Derechos Humanos de 1948 (DUDH) y se desarrolla su protección en el Pacto Internacional de Derechos Económicos, Sociales y Culturales (PIDESC) de 1966 (http://es.wikipedia.org/wiki/). Contradictoriamente a las declaraciones internaciones sobre el derecho al acceso de la ciudadanía a la cultura,  la Constitución de 1982 “suponía un concepto elitista del servicio cultural que, por otro lado, se buscaba instrumentalizar para el mercado” (Pastor, Fasquelle, s.f.). El Miniculito pasa a llamarse Secretaría de Cultura y Turismo, ligando de esta manera la cultura con el turismo. Se toman modelos impulsados por la UNESCO como las casas de la cultura, sin embargo sembró bases para comenzar a reforzar la identidad local.

Las paradojas se acrecientan con la privatización de instituciones culturales a partir del gobierno de Callejas en la búsqueda de soluciones a las instituciones culturales desde la visión del modelo neoliberal (falsas políticas), “frente a la inoperancia del Estado, la visión del Callejas era la de privilegiar a organizaciones privadas que hicieran lo que el gobierno no podía. Era a través de las asociaciones privadas que se tenían que hacer las cosas y no le faltaba razón a ese argumento, aunque estas fundaciones funcionaban mejor en las ciudades y no siempre fueron responsables ni tuvieron vocación para movilizar recursos complementarios de la esfera privada, como se suponía que debían hacer, si no que desviaban los recursos públicos negados a las instituciones. Hubo de cal y de arena. Pero no se puede negar que trabajó duro esa administración en Cultura”. (Pastor, Fasquelle, s.f.).

Es durante el gobierno de Carlos Roberto Reina que se comienza a modernizar la política cultural —como dice Fasquelle— defendiendo su institucionalidad, a sabiendas que del legado de una política cultural de culto y la construcción de una historia por unos cuantos personajes no era correcto, fue imposible desdecir, así que se optó por comenzar un proceso de democratización de la cultura y tratar de romper el mito de que nuestra ascendencia era únicamente maya, eclipsando y robando méritos a los demás pueblos étnicos del país, lo que el Dr. Euraque ha denominado la mayanización de la cultura. Se ratifica el Convenio 169 de la OIT. Pero de nuevo las contradicciones, mientras un equipo desde la Secretaría y el Instituto Hondureño de Antropología e Historia planteaban programas y proyectos a ésta no se le asignaba el presupuesto necesario. Pese a las limitaciones económicas, lo errores que señala Fasquelle “Faltó agilidad para implementar programas con los grupos étnicos y quizás por eso en parte fracasamos en la negociación con los Chorti a los que el COPINH llevó a Tegucigalpa para tomarse la entrada a Casa Presidencial y exigir tierras de cultivo. Esos enfrentamientos reflejaban problemáticas estructurales y significaron un tropiezo importante para consolidar la política de Diversidad. En materia de apoyo a las artes, los financiamientos que se daban como “Sellos” de las compañías nacionales de teatro o danza no convencieron a los artistas porque se concentraban mucho y no tuvieron continuidad. Y en lo que respecta a las Casas de la Cultura, permitimos que se configurara una especie de feudo burocrático que desvirtuaba su carácter descentralizador” (Pastor, Fasquelle, s.f.) es durante este período gubernamental, hasta el momento, donde más se avanza en materia cultural.

El período de Carlos Roberto Flores y Ricardo Maduro fue caótico para la Secretaría de Cultura y las Artes, encima de las carencias presupuestarias, pero principalmente técnicos-profesionales, le suman el deporte, denominándose ahora Secretaría de Cultura, Artes y Deportes, generando más descontento y confusión, tanto administrativamente como entre las y los creadores.

En 2001 la UNESCO adopta el documento sobre la Diversidad Cultural, que en sus cuatro partes trata de identidad: la diversidad cultural como patrimonio de la humanidad. Diversidad cultural y derechos humanos: Los derechos humanos como garantes de la diversidad cultural. Diversidad y creatividad cultural y la cuarta parte la diversidad cultural y la solidaridad internacional. La declaratoria fue adoptada en 2005. Pero a declaraciones internacionales oídos sordos en Honduras.

Durante el período del Presidente Zelaya (2006-2009) y a través de la constitución de un equipo técnico-profesional de trabajo, desarticulado durante el golpe de Estado del 2009. Se ratifica la Convensión mundial para la diversidad cultural. “Retomamos una visión de una política cultural más incluyente y abierta, curada con la experiencia, ajustada al recurso. Un poeta le llamó la política de las 4 D s. Descentralizar, proteger la Diversidad, Democratizar y Desburocratizar el servicio cultural. Había que rescatar a la institucionalidad desestimada con una visión que le diera su lugar, superar resentimientos y desconfianzas. La forja de la identidad no podía ser un proyecto burocrático, sólo sería posible cuando todos las y los ciudadanos participaran en él, partiendo desde las comunidades en su diversidad”. (Pastor, Fasquelle, s.f.). Se nombra al Lic. Salvador Suazo como Vice-ministro de cultura, originario de la etnia garífuna y encargado de la parte de diversidad cultural. El Dr. Darío Euraque asumió la gerencia del IHAH organizando y coordinando también un equipo técnico-profesional y conjuntamente con la SCAD, alcaldías, comités culturales, y otras organizaciones culturales e instituciones del gobierno trabajamos de manera profesional e intensa.

Pero no todo fue logros —dice Fasquelle— la inoperancia heredada de otros gobiernos no permitió el rescate de programas y proyectos dispersos en otras instituciones del gobierno lo cual acarreó problemas y pérdidas. No conseguimos la ley nueva necesaria para reestructurar y modernizar a los sectores, articulando a un Consejo Nacional con los Consejos Regionales de cultura que aseguraran una participación representativa y una estructura para la descentralización y democratización. Esas iniciativas de ley fueron saboteadas en el Congreso con un guiño de la Comisión de Cultura presidida por la futura Ministra de Micheleti, Myrna Castro, y con la connivencia “opositora” del peor de los ministros de Maduro y de al menos un par de grupos de artistas capitalinos que sucumbieron a la tentación de su vanidad, se impostaron de representantes, se quejaron de no haber sido consultados y se comprometieron a entregar un nuevo proyecto de ley antes de Junio de 2009.” (Pastor, Fasquelle, s.f.).

Antes del Golpe de Estado la cultura de los grupos étnicos, se encontraba en una reafirmación de su identidad en diferentes aspectos y tomando fuerza su representatividad ante el Estado que de una u otra manera les había escuchado, se estaban reforzando las identidades locales. La Secretaría de Cultura, Artes y Deportes-SCAD impulsaba un proceso de democratización y descentralización económica-institucional de la cultura con la creación de los Consejos Regionales de Cultura, a través de los cuales se pretendía fortalecer con recursos económicos la cultura local y regional, principalmente las manifestaciones culturales populares, además de potenciar la creación y la producción cultural. En cuanto a materia de legislación se entregaron al Congreso Nacional la Ley de Fomento a la Cultura y las Artes y la Ley General de Archivos en la cual la SCAD y el IHAH participaron ampliamente en su propuesta. Se dotó de personerías jurídicas a los Consejos Regionales de Cultura y varias asociaciones o comités culturales locales a nivel nacional. Con el Centro Regional para el Fomento del Libro en América Latina, España y Portugal CERLALC comenzábamos a organizar ideas para una ley de las bibliotecas, el libro y la lectura y para un plan nacional de lectura. La cultura nacional, presa de la dinámica histórica, quedó sujeta a un voluntarismo político retrógrado.  (Becerra: El gobierno de facto y la cultura)

Hemos avanzado pero considero que seguimos envueltos en paradojas, difícil desprenderse de esos orígenes que generaron cultos, ritos, mitos, folklore complejidad de la realidad cultural hondureña, lo que se considera verdadero realmente es una contradicción lógica con la cual hay que lidiar. Quizás desprenderse no sea la palabra correcta para referirme a este conjunto simbólico que debería cohesionarnos en vez de dividirnos.

Al igual que Fasquelle y Julio Escoto comparto el criterio que “Hay que hacer la revolución para revolucionar la cultura. Y Escoto tenía razón, la cultura tiene que servir para hacer la revolución. El golpe del 2009 y la resistencia han hecho más para forjar identidad (reconocimiento de las diferencias) que la historia anterior y su placebo”. (Escoto en Pastor, Fasquelle, s.f.). ¿Entonces era necesario un cambio? ¿Un golpe de Estado? ¿Otro tipo de cambio? Una sacudida a la estaticidad de la conciencia. Considero a la cultura revolucionaria en sí misma, quizás mejor aprendamos de ella y su dinámica para hacer la revolución.

Por esas paradojas históricas nuestro proceso de construcción de identidad nacional al parecer ha funcionado al revés. Se han creado e instaurado elementos simbólicos excluyentes y se han desvalorizado aquellos que cohesionan y que se encuentran más cerca de nosotros de lo que creemos. “Los símbolos externos de la cultura oficial pueden servirle a la alquimia de la identidad nacional, pero su cultivo tiene que darse dentro de un consenso amplio y genuino. No estoy seguro si alguna vez lo hubo aquí o en qué momento se perdió”. (Pastor, Fasquelle, s.f.) Esto requiere un estudio más profundo, pero el trabajo platea propuestas y retos.

Siempre le he apostado a la cultura y al arte, por supuesto también al proceso de aprendizaje a través de la educación formal que deben complementarse. El ser humano es un producto cultural que comienza su formación a través de un proceso de oralidad, he aquí la función e importancia del lenguaje como constructor de lo que somos; he aquí las raíces de una identidad familiar, barrial, comunitaria, regional que debe desembocar en una identidad nacional, y recurro a García Canclini cuando dice “que la identidad es una construcción que se narra”.

Debemos preguntarnos entonces ¿Cómo hemos narrado nosotros la construcción de nuestra identidad? ¿La hemos narrado a partir de qué… o la hemos inventado a partir de “paradojas”? ¿La seguiremos sosteniendo sobre paradojas si no logramos consolidar un cambio político en Honduras?